El Concepto de género desde la perspectiva de Jill K. Conway, Susan C. Bourque y Joan W. Scott.


Así pues, aprender sobre las mujeres implica también aprender sobre los hombres (Conway, Bourque, & Scott, 1987, p. 178)

Turicuaro, Michoacán.
Estamos en un momento en el que la comprensión del concepto de “género” parece comprensible, sin embargo, lejos todavía de tener un acercamiento cabal de todas las implicaciones que tiene para el desarrollo social. Por lo tanto, es un concepto en discusión. Hay opiniones diversas al respecto y, en algunos, casos, inclusive, contradictorias. Conway, Bourque, & Scott, dan cuenta de cómo se ha asumido el concepto de género a partir del siglo pasado, cómo ha sido tratado según el enfoque desde el cual se aborda y cómo ha impactado la perspectiva de las académicas.
Según Parsons, los roles de género tienen una base biológica (Conway, Bourque, & Scott, p.167). No es extraño que el primer acercamiento a la constitución social se dé a partir de la constitución física, es decir, que las cosas son en razón de las capacidades biológicas. Es sabido que la organización de las comunidades primitivas estaba regida en función de las capacidades biológicas. Por lo tanto, la aseveración de Parsons[1] se inscribe en la línea de pensamiento con base biológica; pero, sólo en cuanto punto de partida, puesto que considera en el marco de su teoría de la evolución social elementos tales como la cultura y la participación social (Girola, 2010), determinados económica y sexualmente. Luego, la modernización ha permitido una racionalización en la asignación de los roles en términos de funciones económicas y sexuales (Conway, Bourque, & Scott, p.167). La perspectiva que ofrece Parsons es limitada para hacer un análisis de las bastas y complejas interrelaciones del concepto de género; sin embargo, debe ser asumida como una mirada parcial desde la cuál se puede comprender que en la integración social participan muchos factores concatenados. Entre los cuáles la mujer es nuclear, y a la que no se le ha considerado por su peso específico. Por el contrario, tiende a tratarsele al margen de los procesos sociales sustantivos, recordemos que en muchos de los procesos sociales se le consideró tardíamente. Incluso, la partipación pública de la mujer es aún precaria. Las instituciones están pensadas en función del rol másculino. Hay espacios sociales a los que la mujer aún no puede llegar. La sociedad del siglo XXI sigue siendo predominantemente masculina, con un fuerte debate por la igualdad de posibilidades para las mujeres. El género sigue situado en términos biológicos.
Continuando con Parsons, en su imagen de mundo moderno, el matrimonio y la familia creada por aquél funcionaba sobre la base de lazos económicos y afectivos de apoyo mutuo (Conway, Bourque, & Scott, 1987, p. 168). Además de la técnica y el desarrollo tecnológico no habría mucha difencia con los roles de género de una sociedad primitiva: el hombre sale a cazar; en tanto que, la mujer se queda a administrar la casa. Actualmente el ejericio de los roles se ha modificado significativamente, más adelante daré cuenta de ellos.
Parsons, omitió el estudio de Margarete Mead[2] de 1935 en su trabajo académico. Mead afirmaba que los conceptos de género eran culturales, y no biológicos y que podían variar considerablemente según el entorno (Conway, Bourque, & Scott, 1987, p. 168). Lo cual refuta la posición teórica de Parsons. Mead, ejemplifica la personalidad que se asigna a cada sexo en tres comunidades primitivas[3]: Los arapesh, son educados para que sean pacíficos, cooperativos y atentos a las necesidades de los otros, independientes del sexo[…]; los mundugumor, de ambos sexos son mucho más agresivos, afirman su sexualidad con más fuerza y en su personalidad encontramos poca ternura maternal; la de los tchambuli, la mujer es la que domina, ordena y es fría emocionalmente, mientras que el hombre se muestra sometido y dependiente. (Igualdade Vigo, 2016).
En 1987, Conway, Bourque, & Scott, afirmaban que “los últimos 25 años han presenciado la convergencia de varias líneas de investigación académica y el consiguiente surgimiento de una comprensión más compleja del género como fenómeno cultural”. (p. 168). Ahora la comprensión es más compleja y profunda. El tema es discutido con mayor amplitud y claridad, incluso se ha colocado como una política social, cultural e institucional. Uno de los riesgos que había que soslayar era el del ejercicio del poder mediante el capital. Si bien, se profundizo en el tema, también es cierto que a mayor complejidad, mayor ambigüedad. Las instituciones económicas, sociales, políticas y religiosas, en mayor o menor medida, contribuyeron al debate sobre el concepto de género; unas a favor; otras, en contra.
A más de 20 años que fue escrito el ensayo sobre el concepto, toda institución tiene en su agenda la discusión respecto a la persecepción del concepto en cuestión, aunque el tema es amplimente discutido, en los hechos la deuda que se tiene en el análisis e implicaciones es todavía amplio. Aún con todas las consideraciones al respecto, las instituciones no logran tener coincidencias. Las instituciones, culturales, económicas, políticas y gubernamentales, abiertamente reconocen el reto que supone aboradar el concepto de género; pero, están lejos aún de llegar a conclusiones satisfactorias. En tanto, que las instituciones religiosas han comenzado a considerar la vicisitudes y urgencia por abordar el concepto de género, obviamente, siempre desde sus dogmas.
Conway, Bourque, & Scott, (p. 169) consideran que las instituciones no siempre tienen éxito en su empeño de inculcar conductas culturalmente aceptables o formas de actuar convencionales. Sí esto era en 1987, actualmente la situación es más compleja[4], sin embargo, la disparidad sigue siendo la constancia. Lo anterior considerado solamente en términos de hombre y mujer, pero, si además, agregamos que la sociedad se ha abierto hacia la aceptación abierta de otras tendencias en relacionadas con el género y sus roles (Murguialday, 2016).
Otro de los horizontes que se abrió para el análisis del estudio de género fue la perspectiva de las luchas de clase. Es decir, la determinación económica nos lleva a repensar a la sociedad desde términos socioeconómicos. La manifestación de nuevos enfoques se origina por la incursión de las mujeres en aquéllos ambitos que eran arquetipicamente masculinos: desde la academia hasta el leguaje y el arte. Sin embargo, se reconoce partícularmente a las técnicas de la historia social y a las preguntas planteadas por las académicas feministas (Conway, Bourque, & Scott, 1987, p. 170). Interés por investigar la experiencia de las mujeres. Para entender cómo la experiencia de las mujeres ha cobrado forma en relación con la forma de los hombres y cómo se ha establecido la jerarquía sexual y la distribución desigual del poder.
Conway, Bourque, & Scott, advertían en 1987 que “los trabajos realizados en los últimos quince años han arrojado luz sobre cuánto varían las categorías de género con el tiempo y con ellas los territorios sociales y culturales asignados a mujeres y hombres. (p. 170) Todos los trabajos realizados en los últimos cuarenta y cutro años, han resignificado tanto territorios sociales y culturales, de tal suerte que las froteras del mapa social es permanentemente dinámico.
Conway, Bourque, & Scott, (p. 171) refieren que “las estudiosas han planteado nuevos interrogantes a las ciencias sociales. El estudio de género, por ejemplo, ha presentado tres grandes preguntas sobre la vida política:
Primero: ¿Cómo es que se desarrolló la cultura occidental para excluir a las mujeres de la actividad política formal?
Segundo: ¿Cuáles han sido los estilos de acción política al alcance de las mujeres y cómo se comparan con los de otros grupos también privados de derechos ciudadanos? 
Tercero: ¿Cómo ha sido definido e implementado ese principio de igualdad con relación a esas diferencias?
Cada una de estas preguntas nos exige conocer algo especifico sobre las mujeres: cómo fueron tratadas, qué pensaban y cómo se comportaban. Pero también exigen una exploración más amplia de las relaciones entre hombres y mujeres, así como el examen de actitudes culturales y prácticas políticas generales.”
Estas preguntas serían el punto de partida de una tradición académica que se abriría espacio en todo ámbito académico. Veámos los de mayor relevacia:
-       James Stephen y John Stuart Mill, en el siglo XIX escribieron ensayos convincentes sobre la igualdad. (p. 172).
-       Tanto Harriet Taylor o Jane Addams, en 1851 y 1970, respectivamente; nos llevan a preguntar no sólo cómo entendía las mujeres el género y la participación en la política, sino, además, incursinar en el debate.
-       Los interrogantes políticos, van necesarimente acompañados por preguntas antropológicas.
-     Se ha abierto un nuevo abánico de preguntas para la psicología. Desde la posición teórica de D. W. Wnnicott y Melanie Klein, para quiénes realizaron un análisi explicito del desarrollo psicológico femenino, determinaron que dada la afectividad de las mujeres éstas poseen una interpretacion propia. Desde la perspectiva del postestructuralismo, Jacques Lacán, sostiene que las identidades de género no se fijanen la temprana infancia y la integridad del yo es una ficción que debe ser constantemente reafirmada y redefinida en distintos contextos.
-       En la economía, se plantea cómo y por qué a gastas similares de energía humana han recibido distintos niveles de recompesa según el sexo del trabajador o la trabajadora.
-       Cómo y por qué se configuran las relaciones de mujeres y hombres con la tecnología y por qué un mercado laboral de dos carriles definidos por el género es tan resistente al cambio.
-       En la ciencia moderna el investigador es masculino, mientras que el mundo natural que debe ser investigado es femenino.
En suma, los estudios de género fueron medulares para alcanzar la interacción social que actualmente conocemos. Pero, muchos de los temas planteados están aún sin ser respondidos satisfactoriamente. A las preguntas que fueron respondidas pleamente, les falta en la mayoría de los casos, su contraparte práctica; es decir, aunque en la dimesión teórica se hallen resultados muchas de los planteamientos hechos a la configuración social respeto a la determinación de los roles, en la práctica, estamos lejos aún de comprender el cocepto de género. Por otro lado, en la medida que la sociedad se desarrolla, van surgiendo nuevos problemas.

Bibliografía

Conway, J., Bourque, S., & Scott, J. (1987). El concepto de género. 167-178.

Biografías y Vidas. (28 de Febrero de 2016). Talcott Parsons. Recuperado el 28 de Febrero de 2016, de http://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/parsons_talcott.htm

De Filippo, D., Nieve Millán-Reyes, A., & Sanz-Casado , E. (2010). Inclusión de la mujer en la sociedad del conocimiento. La situación de España en el contexto europeo e internacional . OIE. España: OIE.

EcuRed. (28 de Febrero de 2016). Talcott Parsons. Recuperado el 28 de Febrero de 2016, de http://www.ecured.cu/Talcott_Parsons

Girola, L. (2010). Talcott Parsons: a propósito de la evolución social. Sociológica (72), 169-183.

Igualdade Vigo. (28 de Febrero de 2016). Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. Recuperado el 28 de Febrero de 2016, de http://www.igualdadevigo.org/datasedatos/archivos/Sexo_y_temperamento_en_tres_sociedades_primitivas.pdf

Mead, M. (1935). Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. Nueva York: Morrow.

Murguialday, C. (28 de Febrero de 2016). Roles de género. Recuperado el 28 de Febrero de 2016, de Estudiosdelamujer´s Blog: https://estudiosdelamujer.wordpress.com/roles-de-genero/






[1] (Colorado Springs, 1902 - Múnich, 1979) Sociólogo estadounidense cuya contribución más notable fue la difusión del concepto de "Acción Social". Tras licenciarse en el Amherst College de Massachusetts (1926), se trasladó a Europa, donde amplió estudios en la London School of Economics y en la Universidad de Heidelberg, en la que recibió el doctorado en 1927 con una tesis sobre el origen del capitalismo en la obra de Max Weber. (Biografías y Vidas, 2016)
[2] La norteamericana Margaret Mead (1901-1978) trajo a la antropología aire fresco, con sus puntos de vista femeninos acerca de la infancia, la adolescencia, la sexualidad y los roles de género en Samoa y en otras culturas del Pacífico. Muy relevantes son las conclusiones a las que llega acerca de la socialización sexual y emocional en Occidente, a partir de su conocimiento de esas otras culturas. (Igualdade Vigo, 2016)
[3] Mead, M. (1935). Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. Nueva york: Morrow.
[4] De Filippo, D., Nieve Millán-Reyes, A., & Sanz-Casado , E. (2010). Inclusión de la mujer en la sociedad del conocimiento. La situación de España en el contexto europeo e internacional . OIE. España: OIE.

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