Luis Villoro, Hacía un Estado Plural IV

San Isidro, Municipio de los Reyes.



III La búsqueda del Estado plural: ideas orientadoras


El Estado-nación, como se vio en el apartado anterior, se caracteriza por ignorar la multiplicidad cultural al grado de llegar a desintegrar los núcleos culturales que coexisten, propiciar injusticia y exclusión. Por otro lado, el Estado-plural se centra en la aspiración de constituir a través de la comunidad un “mundo otro”. La comunidad también es denominada por Villoro como Estado-plural. Busca pasar de la exclusión al ejercicio pleno de la autonomía, dar solución a través de la equidad y el diálogo para “ofrecer un marco común en el que todos los pueblos y minorías pueden coexistir y comunicarse⁠1” para instaurar un proyecto común. 

Villoro señala que es históricamente posible augurar el establecimiento de la comunidad debido al vertiginoso devenir histórico que ha hecho caer en una profunda crisis al Estado-nación. Sin embargo, reconoce que “los estados nación son los únicos que están en posición de limitar el poder [dominado por las transnacionales] y recuperarlo para sus pueblos⁠2”. La propuesta de Villoro no es la supresión que daría el ultimátum a las garantías individuales, sino el correcto ejercicio del poder que permita “la relación de un estado unitario con una diversidad social⁠3”.

3.1 La idea de libertad.


Veíamos que el problema del Estado-nación es el ejercicio de una libertad incompleta que se queda en la elección, pero nunca pasa a la acción, pésese en las elecciones electorales. Villoro denomina a esta libertad como “asociación para el orden”. Dicha asociación permite una libertad para el cuidado de los intereses de unos cuantos, aquéllos que poseen mayor poder. En el apartado de que dedicamos al Estado-nación notábamos como el ejercicio de una ley del mínimo: lograr el máximo beneficio con el mínimo de daño posible, fue precisamente lo que hizo entrar en crisis al Estado-nación. Sin embargo, es precisamente la asociación para el orden lo que permite dar paso a una “asociación para la libertad”. 

La asociación para la libertad ha de permitir “poder hacer lo que se elija sin la interferencia de la acción de otras personas⁠4” Villoro distingue dos modelos: uno liberal y, otro, igualitario. El liberal es propiamente el que se mantiene en la asociación para el orden. Se encuentra dividido en dos niveles uno negativo y otro positivo. El negativo se establece en la negación de la autonomía individual, puesto que el margen de libertad del individuo es preestablecida por la ley. La elección de un plan de vida estará mediatizado por lo previamente establecido y que no este coartado por la ley, pero que tampoco lo contradiga. Mientras que la libertad en el nivel positivo es una dimensión subjetiva  a partir de la cual se puede establecer un plan de vida en el que uno mismo establece las normas, será la capacidad de actuar por sí mismo como sujeto autónomo. 

Hay una estrecha frontera entre ambos niveles que si no se ve detenidamente podríamos darlas por absurdas y las calificaríamos como iguales. Es, por lo tanto, indispensable notar la diferencia que establece Villoro entre ambas para entender su propuesta. La libertad negativa es propia del Estado-nación, por ende, permite la libre acción de los hombres y mujeres al unísono de lo que dicta éste. Ahora bien, la libertad positiva no pasa por alto a las leyes, sigue actuando de acuerdo a lo establecido por ellas, pero va más allá de la libertad negativa en el sentido de que permite la acción de acuerdo a las propias convicciones, de acuerdo a lo que la persona se establezca como metas. La importancia de la distinción entre ambas sirve para poner énfasis en la autonomía y en la facultad de elegir de acuerdo a la identidad. En este aspecto comienza a notarse la instauración, en sentido estricto, de la democracia y, permite, en consecuencia, pasar al modelo igualitario.

El modelo igualitario se establece en la plataforma del modelo liberal e intenta superarlo creando una libertad plena que se completa con la  realización de lo proyectado. A diferencia del modelo liberal que mantiene una igualdad teórica de todos los individuos ante la ley, dado que se pone al servicio de los proyectos de unos cuantos; el modelo igualitario permite “una igualdad de condiciones que permitan la realización para la libertad, lo cual supone iguales oportunidades para todos⁠5”. Villoro no está buscando una comunidad uniforme, sino la instauración de una comunidad justa. Por lo tanto al instaurar la igualdad de condiciones no pretende que todos posean lo mismo y vivan en iguales circunstancias como un todo homogéneo, sino que permita una comunidad equitativa donde la capacidad de alcanzar los bienes sea  responsabilidad personal y no estatal, de tal manera que las: “desigualdades son aceptables si y sólo si se acompañan de una igualdad absoluta de oportunidades⁠6”.

3.2 La idea de comunidad


Es el centro de la propuesta de Villoro. Tiene sus raíces en la idea de Nación tradicional, la reformula y le da una nueva orientación de acuerdo a lo históricamente posible. Mantiene la distinción de comunidad de acuerdo a los vínculos que la establezcan: afectivo: la familia y la religión; tradicional proyectiva: el poder político. Villoro esta interesado en dar las pautas para instaurar una que mantenga los lazos afectivos. Las características principales serán: a) la realización plena de la democracia. El paso de una democracia representativa en la que se ejerce una libertad negativa a la democracia participativa que se rige por una libertad positiva, b) soberanía compartida, a través de la cual se instaure una interdependencia, que abra la posibilidad de equidad para todos y la supresión de valores particulares, c) el establecimiento de una armonía superior regulada por la fraternidad, y d) la aceptación de la diversidad en la unidad. En suma la comunidad a través de estas tres características otorga sentido a la humanidad y “en la que cada quien se descubre a sí mismo al vincularse con los otros; en la unión con el todo cósmico, en la que el yo puede descubrir su verdadero ser en lo Otro⁠7”.  

La vía para alcanzar la comunidad es, dice Villoro, el reconocimiento del otro como participe activo de la configuración social que implica la descentralización del poder. No pretende despojar al Estado-plural del poder para convertirlo en un estado neutro, en tal caso se caería en la injusticia e inevitablemente la globalización permitiría un poder monopolizado. Hay un elemento que Villoro señala como imprescindible  en la búsqueda de la comunidad: la aceptación de la otredad, a manera de ejemplo señala que el más grande error ha sido negar al otro como sujeto autónomo, la negación impide el diálogo y la convivencia comunitaria⁠8.

3.3 La idea de identidad


Al respecto Villoro se permite hacer una analogía para hablar de la identidad personal y desde ahí trasladar las mismas características a la comunidad. La identidad permite distinguir, determinar y singularizar. La identidad permite el reconocimiento de sí mismo y el reconocimiento del otro como igual, lo cual permite la equidad.  El sostén de la identidad esta basado en un sistema que permite confundirse a la persona con el ideal del Estado-plural, se convive bajo similares creencias, actitudes y comportamientos. 

Villoro manifiesta que en las relaciones de dominación la identidad es puesta en tela de juicio bajo la mirada del dominador. De tal suerte que la oposición a la imagen desvalorizante del otro surge una imagen compensatoria que puede estar articulada por la tradición a partir de la que se puede elegir entre la invención de un nuevo destino y la aceptación de la situación vivida. Por otro lado, se intenta hacer consiente el pasado con un ideal colectivo proyectado permitiendo evitar la ruptura de la historia, establecer una continuidad con la obra de los ancestros y asumir el pasado al proyecto de un nuevo futuro. En suma se establecen dos vías: una singular, la otra autentica. La primera apunta al futuro a la luz de la historia, mientras que la segunda juzga a la historia a partir del futuro elegido. 

Para Villoro la identidad no es estática, por el contrario es dinámica. Porque obedece a los cambios que acaecen en el devenir histórico. La esencia de la identidad subsiste y cambia la recepción y la interrelación con lo otro, permanece la adecuación entre las partes.

3.4 La idea de la autonomía


La autonomía es la constatación del Estado plural. La autonomía se funda en la libertad, es uno de los aspectos centrales porque permite la justificación de la identidad y de la autenticidad. Entendemos a la autonomía como la capacidad de elección y la facultad de ejercerla, advierte Villoro. Por ende, la comunidad se conforma de sujetos autónomos que poseen la capacidad de elegir libremente su forma de vida. Es también, la autonomía, condición de la democracia participativa, porque si decimos que la comunidad esta integrada por sujetos libres, consecuentemente el pueblo será autónomo. De tal suerte que la autonomía tiene como fin superar al Estado homogéneo.

Es a través de la autonomía que se establece la distribución del poder para garantizar su efectivo ejercicio a todos los pueblos y permitir el mantenimiento de la identidad y el sano desarrollo.

Según nuestro autor la autonomía despierta tanto derechos como deberes. Los primeros son: igualdad, diferencia, equidad y autodeterminación. Estos derechos dejan ver que las ideas orientadoras no son islas que de modo solitario pretenden instaurar la alternativa. Por el contrario, están estrechamente unidas, tanto que bien pudiéramos sustituir la denominación de ideas orientadoras por dimensiones orientadoras. También implica deberes que tienen que ver con el fortalecimiento de la comunidad a través de la creación y transmisión de la cultura.

3.5 La idea de Autenticidad 


Una vez vista la libertad, la comunidad, la identidad y la autonomía, Villoro nos invita a asumirlas auténticamente, esto es, siendo coherentes con las aspiraciones que se pretenden alcanzar y con las tareas que se realizan para hacerlas patentes. En la convivencia intercultural necesariamente se ponen en entre dicho los valores particulares, con los que nos identificamos, y los valores que se rigen las otras culturas. Nos encontramos ante lo universal o lo particular, situación que implica el reconocimiento de ciertos valores y la negación de otros. Sin embargo, la apuesta por lo universal o por lo particular no es una respuesta correcta, porque ambas posturas persiguen valores semejantes por vías distintas. Lo ideal es asumir una postura intermedia que acepte la realidad multicultural y que se asuma coherentemente, esto es, auténticamente.

Para Villoro la cultura esta integrada de dos dimensiones una “externa” y una “interna”. La externa está regida por lo material que es la proyección de la dimensión “interna” que se guía por los valores culturales inherentes. De tal suerte que la autenticidad resida en una interioridad que sea congruente con sus verdaderas convicciones, esto es, con sus razones, motivos y creencias fundamentadas en el ejercicio de un pensamiento libre y riguroso lejos de toda ideología, fuente de la inautenticidad.

Notas


1 Id., Estado plural,… p. 61.
2 Ibíd., 52.
3 Ibíd., 56.
4 Ibíd., De la libertad… p. 72.
5 Ibíd., p. 101.
6 Ibíd., p. 103.
7 Id., El poder y… p. 373.
8 Cfr., Ibíd., Estado plural,… p. 79 ss.

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