Colibrí en vilo. Conversaciones

Cerro Sandio, San Jerónimo Purenchécuaro.


Bien sé que eres inconmensurable. Añoro sumergirme entre tus aguas para perderme, Colibrí en vilo.
Aunque es prematuro, la primavera anuncia al verano. La colina resplandece entre rojo y blanco. Aún muero por naufragar por sobre tus vértices.
Me iré tras el eco, procurando encontrarnos. ¡Sí, en una majestuosa combinación entre fugacidad y permanencia!
Vibro a semejanza de las gotas, las que suponen tu piel. Me estremezco baja la lluvia que supone tus caricias. Me inundo bajo tu sombra. ¡Te sueño y te acaricio como si fueras el sol en cada rayo que toca mi piel!
Mira la estrella en el cenit, asemeja tu mirada. Como cuando sin buscar sales a encontrar. Miradas sutiles parecen, pero son fuertes y certeras. El intento de ausencia denuncia la presencia. Mirarte y saber que estás para dejarte caer, para inundarme, para perderse en tus comisuras es, apenas, resistible.
Cómo soslayar el frenético palpito de leer más allá de las palabras, de hacer perceptible la corporeidad, de atravesar tus sensaciones. Es inimaginable salir inerme del vendaval de tu mirada.
Cierro los ojos, te pienso. No sabría cómo rehacerme entre tus aguas, pero buscaría la manera de reinventarme una y otra vez, hasta mirarme a través de tus ojos. Aún reservo la posibilidad de que mañana llegues.
Todavía me pregunto quién soy. No logro atinar a la respuesta. Eres río, laguna, mar. Eres gota, brisa, lluvia.
Me exalto ante tu presencia. Es la posibilidad de recorrer un camino inaudito, advertir horizontes soñados, penetrar lo imposible; a sabiendas de que será un instante. Ojalá pudieran nuestras soledades asirse.
Me gusta saber que seguimos bajo el mismo territorio sensitivo. Que la semilla sigue esperando florecer. Ojalá que nuestros cuerpos se reconozcan como lo hacen la noche y el día. Hacer el amor como acto libertario, franquear las ataduras sociales.
Acá llueve, tenue y suave. Me siento gota-beso cubriendo toda tu faz-tierra-cuerpo.

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