Diario de un aprendiz de escritor




Domingo 12,  noviembre.


El sol sobre la espalda en esta mañana otoñal. Aunque no es un lugar en donde el frío sea de los más brutales, si es lo suficientemente fuerte para adquirir una pulmonía. Las manos estaban sobre su rostro entre el mentón y la frente, sus labios hacían movimientos lentos: yo soñaba con el espanto de la soledad. Me aventuraba en el laberinto polvoso de mi memoria. Los días y las noches crepitaban. Pero, nada es falso. Sigo aquí, mancillándome por afición. Las cosas suceden y fluyen y caen. El verbo es infinito. Las palabras escritas se contradicen, se rehacen, transmutan. Guardo silencio y musito a Llosa: “ya no un gusanito, ni una culebra, ni un cuchillo, un alfiler que hincaba y se esfumaba”. La libreta como tantas cosas se ha perdido. Un suspiro profundo y un largo silencio.

Martes 14, noviembre.

Eran las tres de una madrugada amarga. El frío intenso, la tristeza y el miedo se sofocaban con el calor de la fogata y la fluidez de la palabra. Por momentos el silencio se imponía, a lo lejos se escucharon camionetas y se miraron luces: ¡qué ya venían los malos! En medio de la zozobra las risas nerviosas explotaron. Los cohetes iluminaron el cielo y el porvenir. Ese ruido ensordecedor nos llenaba de calma, nos hacia sentir acompañados, -aquí la vida es este instante-. Nos enjugábamos la angustia con la esperanza de que creceríamos desde nuestras raíces.

Jueves 16, de diciembre.

No es que no tenga nada para contarte. Las palabras enmudecen, fluyen, saltan, escurren. Lo alto de mi sombra se pierde en la penumbra. Jugamos a arreglar el mundo, hay café, galletas, cigarros e internet. Se habla de método, diálogo y análisis de la realidad, se debate sobre la verdad y lo verdadero, se escucha. Discurro palabras de manera aleatoria, las cuelgo al sol y a la luna. Los intentos por contar está historia me ponen al bordo de una situación relativa cuyo sentido no existe. Decir, decir, decir, es más fácil cuando te sé. Leo, atónito. El color de la piel y de la noche se empalman. Los demonios luchan a muerte por sobrevivir. Volver a sujetar la pluma (para volar) sobre el papel, sobre estas evaluaciones y ausencias. 


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