El Manifiesto Comunista y La Pedagogía de la Liberación.
El Manifiesto del Partido Comunista,
escrito por Marx y Engels, fue publicado
en 1848. Sus autores estudiaron exhaustivamente a los
economistas ingleses, Inglaterra era entonces el centro mundial del capitalismo.
Marx encontró gran afinidad con la doctrina de los comunistas que criticaban
radicalmente al sistema capitalista. Ya en esta época eran evidentes los
estragos del capitalismo. Por lo tanto, el Manifiesto sería una crítica al
capitalismo y, a la vez, una posición ante él: su superación a través de la
lucha de clases. La burguesía eliminó todas las formas feudales y generó al
proletariado. El proletariado, afirmó Marx, ha de ser la clase revolucionaria que
termine con el orden burgués capitalista e instaurare un nuevo orden de
igualdad. Porque los seres humanos sólo podrán realizarse en una sociedad libre
y justa. La institucionalización de la explotación de toda una clase, la de los
trabajadores asalariados es condición necesaria para transformar el sistema
capitalista. En ella se justifica la lucha por un estatus quo equitativo. En
otras palabras, mientras haya explotación existirá la necesidad de irrumpir en
contra de ella y de quienes la sustentan.
El
objetivo del Manifiesto
El Manifiesto surgió con el desacuerdo de las injusticias generadas por el capitalismo. Su
objetivo fundamental según Engels:
La idea fundamental de que está penetrado todo el manifiesto -a saber: que la producción económica y la estructura social que de ella se deriva necesariamente en cada época histórica constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual de esa época; que, por lo tanto, toda la historia (desde la disolución del régimen primitivo de propiedad común de la tierra) ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social; y que ahora está lucha ha llegado a una fase en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y las luchas de clases- esta idea fundamental pertenece única y exclusiva a Marx. (Prefacio a la edición alemana de 1883, p 13).
Reafirmaré el objetivo del Manifiesto Comunista (MC) con la Tesis XI sobre Feuerbach (1845): “Los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo”. Por lo tanto, en última instancia el Manifiesto comunista
pretende ser la inauguración del proceso de transformación.
Desde
nuestro contexto.
La afirmación con la que inicia el
MC es igual de vigente: “La historia de todas las sociedades
hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”. (P. 18). Aunque
muchos se empeñen en afirmar que la historia ha determinado de manera
contundente que los principios establecidos por Marx no son ya pertinentes. Por
ejemplo Raúl Fornet-Betancourt afirma:
La actualidad de nuestra época ofrece un horizonte donde todo esfuerzo por un proceso de cambio aparece como algo inútil, es más, absurdo y trasnochado. Pues, no se nos repite acaso que la historia ha llegado a su fin.
En el contexto de esta “actualidad” no es, por tanto, extraño que la visión que teníamos del marxismo haya cambiado por completo, y que hoy se vea más bien como una filosofía superada y un programa político desmentido por la historia misma. Ni el mundo ni la historia tendrían ya lugar para su visión alternativa, a no ser evidentemente en la memoria terca de algunos melancólicos y nostálgicos.
Pensar si quiera en la postura de
Fornet-Betancourt es ya asumir la imposibilidad de la transformación. Hoy día,
desde nuestra realidad, podemos establecer que la lucha de clases es vigente,
que es más fuerte y compleja. Pero afirmar que no hay lucha de clases es
sumirse ante el mundo ingenuamente. Por lo tanto, debemos reconocer que en
nuestra actualidad una clase (burguesa)
está somentiendo a la otra (proletariado), a través de un sin fin de modos;
pero, en última instancia, todas las estrategias descansan en la lógica del
capitalismo:
La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. (…), Y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía moderna, como vemos, es ya de por sí un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio. P. 19-20.
La lógica del capitalismo ha
logrado establecerse en todas las relaciones que el ser humano establece.
Pareciera que nada escapa a su lógica. De tal forma que se posiciona como
una verdad, quasidogmática. La ética
en la que se sustenta el capitalismo obedece a la naturaleza misma del
capitalismo. Esta ética se concentra en justificar las injusticias, la dominación,
exclusión y , sobre todo, el libre mercado. Esto ha sido posible a través de la
configuración del poder : “Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía
ha ido acompañada del correspondiente proceso político”. (20 p.). Nos situamos,
sin lugar a dudas, en un entramado social regido por la violencia del mercado y
“la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado”. La consecuencia lógica
es que “El Gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra
los negocios comunes de toda clase burguesa” (20 p.). La complicidad entre
Gobierno y burguesía, o mejor dicho, el gobierno ha venido siendo la
representación “ética” de la burguesía, se verifica en las políticas de mercado
que se establecen desde el Estado. Siempre son en beneficio de los que más
tienen y, por supuesto, contra los que menos tienen. Veánse los sucesos
inmediatos de nuestra realidad: el tratado de libre comercio, el caso de luz y
fuerza, la monopolización de los servicios públicos, los interminables
desvíos de recursos y la represión sindical. Preguntemonos como lo hizo
Freire en su momento: ¿Qué tipo de ética es aquélla que busca el bien
particular por encima del bien común?
Es imposible pensar que lo burgueses
opten por la ética auténtica. Lo que ellos piensan es la especialización de los
medios de producción. Porque como se indica en el Manifiesto comunista: “La
burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente las relaciones de producción, y
con ello todas las relaciones sociales”. Por ello, el capitalismo se ha
apropiado de la educación en su conjunto al grado de proponer “educación por
competencias”. Curiosamente los instrumentos de producción sólo se
revolucionan, se hacen más eficaces y garantizan mayor producción en las
competencias que se establezcan entre quienes los diseñan, desarrollan y
operan.
¿A quién corresponde “educar” a los que
diseñaran, desarrollarán y operarán estos instrumentos? La educación, en el mismo sentido que el ser humano, no se corrompe en
sí misma. Sino desde el enfoque que la educación se piense:
“La burguesía ha despojado de su
aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y
dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta,
al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariado”.
La burguesía ha desgarrado el velo de
emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las ha
reducido a simples relaciones de dinero. (21 p.).
No sólo se ha despojado su aureola,
sino que además ha inventado nuevas formas de “asalariados” en la constitución de
profesionales del salario. Hoy día la educación es pensada desde su base en el
perfeccionamiento del capitalismo, no sólo forma productores sino también
consumidores: la educación se ha deslindado de su posición ética. Ya no se
obedece como afirma, Dussel en las 20 tesis de política y Marx en Reflexiones
de un Joven en la Elección de una Profesión a la vocación, sino a la alienación
que el capitalismo ha creado. La educación es factor clave en la formación de
profesiones serviles. No hay más formación de sujetos, sino de objetos que serán
instalados en la mecánica del capitalismo y en cuanto tales renuncia a su
libertad y contribuyen a su autodestrucción en la dinámica del capitalismo:
Las antiguas industrias nacionales han
sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas
industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las
naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas,
sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos
productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del
globo. (22 p.).
Por lo tanto, el problema que nos
acomete no será solucionado sólo desde la “educación”. Sino desde la
transformación de las bases que sustentan al sistema capitalista. Esto es,
desde el paso de la política y la ética, simuladas, hasta la instauración de la
política y la ética auténticas. Por lo tanto, los seres humanos sólo se podrán
realizar, establece Marx, en una sociedad libre y justa, a través de la
destrucción del capitalismo:
Las armas de que se sirvió la burguesía
para derribar al feudalismo se vuelve ahora contra la propia burguesía.
Pero la burguesía no ha forjado
solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres
que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios. (25 p.).
La lucha de clases
es inevitable:
Desde hace algunas décadas, la historia
de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las
fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción,
contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía
y su dominación. ( 24 p).
Por lo tanto, la pedagogía de
la liberación es sólo una parte del andamiaje para la transformación. No bastará
con saberse subyugado. Falta la apropiación del poder político en su totalidad.
Y este nuestro deber ético. Sin embargo ha de considerarse que:
Aveces los obreros triunfan; pero es un
triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato;
sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta unión es propiciada por
el crecimiento de los medios de comunicación creados por la gran industria y
que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. (…). Más toda
lucha de clases es una lucha política.
En el auge de los medios de comunicación
es preciso asumirse en cuanto sujeto ético para buscar la organización de los
desharrapados del mundo. La opción está entre seguir
consintiendo al sistema establecido o buscar la liberación.
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