De las cafeterías


Tlalpan. Ciudad de México.



Los días se van sucediendo uno a uno como las tazas de café en una cafetería atestada de moribundos. Nada sorprende y no es que hayamos llegado al fin de la historia cuando apenas al inicio.

Me gusta pensar los hechos como la suma de un sinsentido. Ver a tanta gente aglutinada sin una razón. Aún así, se respira soledad, aunque se transpire en masa.

Y, no sé en realidad cómo contar la historia, porque toda historia, en cierto modo, es tan sólo el reflejo de una antigua o la parodia de una mejor. El caso es que nada hay de certero en ninguna acción. Las motivaciones son siempre tan infundadas, a veces, se muere más por una mentira que por la verdad de estar vivos.

No existe un destino, no hay un final, sólo una sucesión de hechos; por eso, quizá, he preferido sentarme a ver la vida pasar, mirarla pasar frente a mí en cada transeúnte. Mas, como era de esperarse, prefiero verla a través de tus ojos. 

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